REFLEXIÓN
SOBRE LA PROBLEMÁTICA DE LOS REFUGIADOS
La situación de los refugiados en España y en el mundo
para nada es una situación que
invite al optimismo, los bombardeos en tierras israelíes y demás guerras
en todo el mundo hace que se saturen los campos de refugiados, si lo juntamos con la
persistencia del exilio afgano o del kurdo; el endurecimiento de las políticas
de asilo en Italia, la permanencia del centro de detención de migrantes de
nuadibú (mauritania), la aprobación de la directiva de retorno y del pacto
europeo sobre inmigración y asilo; las dificultades de los polizones para
acceder al asilo en España; la denegación del estatuto de apátridas a los
saharauis (a pesar de las sentencias del tribunal supremo), las insuficientes políticas
para la integración sociolaboral de los solicitantes de asilo y los refugiados
provoca que los refugiados se queden sin ningún tipo de protección y con pocas
alternativas de cambiar su situación a mejor.
Si todos en general, lo tenemos difícil debido a la
crisis global que sufre el mundo, la
cual cada vez es más grave social y políticamente,
más difícil aun lo tienen los grupos más vulnerables, entre los cuales los refugiados se sitúan en la
vanguardia del riesgo.
Y es que no puede ser que
los paganos de la crisis, la cual nos afecta a todos, sea más dura con quienes tienen menos defensa. Esta es la
situación de los inmigrantes y, desde luego, de los refugiados. Una política
coherente con los principios y
necesidades básicas debe situarlos como prioridad y no hacer de ellos una
mercancía.
Un claro
ejemplo del problema lo vemos en el pueblo palestino que “aporta” aproximadamente un tercio de los
refugiados que existen del mundo y, al mismo tiempo, es uno de los grupos de población
refugiada más antiguos. Existen alrededor de siete millones y medio de
refugiados palestinos y cerca de 450.000 desplazados internos, que representan
en total más del 70% de la población palestina. La mayor parte son refugiados
de 1948, año de la catástrofe palestina y de la fundación del Estado de Israel,
mientras que los restantes, casi un millón, son refugiados de la guerra de
1967. De los siete millones y medio de refugiados palestinos, sólo una parte
están registrados y reciben la asistencia de la Agencia de Naciones Unidas para
los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA), porque ésta considera
refugiados de Palestina “a aquellas personas residentes en Palestina entre
junio de 1946 y mayo de 1948 que perdieron sus hogares y sus medios de vida como
resultado de la guerra de 1948” y a sus descendientes.
En
consecuencia, bajo su mandato sólo están las personas que pudieron registrarse
en 1948 y por lo tanto su conjunto, unos 4,5 millones de personas, no incluye a
la totalidad de la población desplazada por el conflicto. Las familias y
personas que reciben asistencia de la UNRWA se encuentran en Siria, Jordania,
Líbano y en los Territorios Palestinos Ocupados. De todas las personas
refugiadas residentes en los Territorios Palestinos Ocupados, la mayoría vive
en la Franja de Gaza, un área de 365 kilómetros cuadrados con una población de
casi un millón y medio de habitantes, de los cuales más de un millón son
refugiados y más de la mitad vive en los ocho campamentos de la UNRWA, donde la
densidad de población es la más alta del mundo y se vive en situación de
hacinamiento y pobreza. Las condiciones de vida en la Franja de Gaza empeoraron
a partir de 1967 con la ocupación militar israelí y la llegada de nuevas
personas refugiadas y desplazadas por la guerra, pero se agravaron
drásticamente desde junio de 2007 por los efectos del asedio, impuesto por
Israel, al que estuvo sometida la población durante 18 meses. Las autoridades
israelíes decidieron cerrar todos los pasos fronterizos para aislar la Franja política,
económica y socialmente: impidieron y controlaron la entrada y la salida de
bienes y personas, fiscalizaron el suministro de electricidad, agua y las
telecomunicaciones, causaron, en definitiva, una crisis humanitaria de enormes
proporciones con consecuencias desastrosas para sus habitantes. Un claro
castigo colectivo contra la población civil que llevó a casi el 80% de los
habitantes de la Franja a depender de la ayuda humanitaria y que alcanzó su
máxima gravedad durante los ataques iniciados a finales de diciembre.
Nos pensamos muchas veces
que este problema no es nuestro, lo vemos “como de lejos” pero es que en el
último año casi 300.000 hombres, mujeres, niños y niñas
que huyen de la guerra han llegado a Europa en busca de protección para sus familias.
La verdad que es difícil plantear acciones para
solucionar tal problemática global, la cual va en aumento.
Pero ante
esta realidad, es necesario mejorar las políticas estatales y europeas y con ellas
los Centros de internamiento de extranjeros.
Es necesario y debería de ser obligatorio adecuarlos a los
standards de respeto de los derechos, comenzando por la información sobre la
posibilidad de solicitar el asilo. A esos efectos, Migreurop ha iniciado una
campaña para exigir el libre acceso a esos centros por parte de las ONG para
garantizar el control de los mismos.
De manera complementaria veo necesaria construir en
España y en Europa una nueva política de asilo, junto con la creación de una
nueva ley de asilo.
A nivel personal e individual todos podemos
colaborar de alguna manera con la
problemática, por ejemplo de voluntario.
Hay muchos profesionales voluntarios desplazados en las zonas de conflicto brindando atención médica y psicosocial a centenares de personas al día.
Otra buena iniciativa que debemos de impulsar es un nuevo proyecto que hay en Melilla y en Italia para atender a
las personas que llegan a Europa por estas rutas.
Y como no podemos colaborar con alguna
asociación como ACNUR que está presente
en todos estos lugares, asistiendo a las miles de familias que lo han perdido
todo y buscan salvar sus vidas. Ofreciéndoles un refugio seguro, materiales de
emergencia como mantas y ropa de abrigo, educación, alimentos...
Son muchos millones de personas las que necesitan nuestra ayuda.